Etiqueta: infantil

Tenemos que adelgazar

Crecimiento de la Obesidad

Crecimiento de la Obesidad

Hoy he estado revisando algunas estadísticas recientes acerca de la epidemia de obesidad de la que hablo en el libro. La Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE) advierte que los niveles de obesidad han aumentado durante los últimos cinco años en la mayoría de los países. El estudio abarca países como Australia, Canadá, Francia, México, España o Suiza y apunta a la crisis económica como el principal factor desencadenante de este crecimiento en las tasas de obesidad. Según los autores del estudio, las familias asfixiadas por unos ingresos cada vez menores dejan de un lado los alimentos más sanos pero más caros y los sustituyen por comida de alto contenido calórico y bajo poder nutricional.

Esto es algo de lo que ya hablé en el artículo La Obesidad: La Enfermedad de los Pobres en este mismo blog, y que viene a apoyar la teoría que manejo en el propio libro en el capítulo No se engañe, adelgazar es caro. Comer bien para adelgazar implica dejar de lado los carbohidratos refinados, el azúcar y otros productos cargados de calorías vacías que no nos permiten perder peso y, al contrario, nos hacen engordar. Parece surealista que a estas alturas de la película la OCDE venga a decir lo que ya sabemos y no ofrezca soluciones para para la obesidad. Lo cierto es que con las cifras de la OCDE, una de cada tres personas que habitan la tierra es obesa o padece sobrepeso. Eso son 2.100 millones de personas. Si esto no es una epidemia en toda regla, entonces no se lo que es. Esta cifra la ha sacado a la luz la prestigiosa revista The Lancet al publicar un estudio realizado por el Instituto de Mediciones Sanitarias de la Universidad de Washington en el que se han recopilado datos de 199 países durante los últimos 30 años. El artículo asegura que en estas tres décadas, el problema lejos de resolverse ha empeorado y cada vez hay más gente que necesita adelgazar para conservar su salud. Estados Unidos, México y Brasil ocupan el podio de los países con más obesos del mundo, contribuyendo con uno de cada dos obesos en la tierra. Curiosamente, en España seguimos defendiendo la Pirámide Nutricional que ha producido estos resultados como modelo nutricional óptimo.

En España las cifras no son mucho mejores que en el resto de países occidentales. El estudio afirma que en nuestro país, el 27,6% de los varones menores de 20 años y el 23,8% de las mujeres en esa misma franja de edad tienen obesidad o sobrepeso. Conforme miramos a segmentos de población más mayores, peores son las cifras. Así el 62,3% de los hombres y el 46,5% de las mujeres mayores de 20 años sufren obesidad o sobrepeso. Es obvio que necesitamos adelgazar ya. En general, uno de cada dos habitantes de este país tiene sobrepeso y un de cada 6 tiene obesidad. O sea, casi el 20% de la población sufre obesidad. De nuevo, yo creo que necesitamos llamar a esto epidemia y necesitamos adelgazar de manera urgente.

También dentro de nuestras fronteras se ha detectado una relación entre el nivel de estudios y la obesidad. A menor nivel de estudios, mayor obesidad. Curiosamente, este patrón no se repite en países como Estados Unidos o México, en que la obesidad no entiende de títulos y ataca a todos por igual. Sin embargo, la mala noticia para nuestro país es que desde el año 2001, la obesidad ha crecido en todos los grupos de educación, tanto en los que tienen pocos estudios, como los que tienen estudios medios o los que tienen estudios superiores, algo que no viene sino a contribuir a la idea de que la epidemia se extiende por todas partes y afecta a todo el mundo.

Sin embargo, el premio a las malas noticias se lo llevan ambos estudios en lo referente a obesidad infantil. En ambos estudios queda demostrado que los niños son cada vez más obesos. En España, el 26% de los niños y el 24% de las niñas tienen sobrepeso, y, ojo al dato, esto nos sitúa 3 puntos por encima del promedio de países de la OCDE. Así que si todavía se cree que en España la llamada Dieta Mediterránea nos protege de la obesidad, bienvenido a la realidad. En los países desarrollados, la tasa de obesidad infantil ha pasado de un 17% en 1980 a un 24% en 2003 en los niños y del 16% al 23% en las niñas, por lo que también observamos que el crecimiento es similar en ambos sexos. Curiosamente, en los países en vías de desarrollo, la tasa ha crecido menos, de un 8% a un 13% en los últimos 30 años.

El último dato que creo que es revelador y nos debe hacer replantearnos nuestro estado es el de las consecuencias del sobrepeso. En concreto, el sobrepeso produjo 3,4 millones de muertes en 2010, la mayoría de ellas relacionadas con enfermedades cardiovasculares. Una vez más, cifras que demuestras que este problema es en realidad una epidemia en toda regla y debe ser tratado de ese modo.

Desafortunadamente, los mensajes que escuchamos acerca de la pérdida de peso y que nos dicen que hay que adelgazar a base de cereales, frutas y verduras y realizando mucha actividad física, están completamente obsoletos y no contribuyen más que a la pérdida de peso efímera sin eliminar la grasa corporal que tenemos acumulada, pues como explico en el libro, no es posible adelgazar (perder grasa) a base de comer alimentos con alto índice glucémico como los cereales refinados o determinadas frutas y verduras.

Tenemos que adelgazar como sociedad y, para ello, es fundamental que todo el mundo conozca la realidad, lo que nos ha hecho engordar hasta el punto en el que nos encontramos. Los mensajes que recibimos en la televisión y los medios, casi de manera continua, están prostituidos por la potentísima industria alimenticia que pretende que compremos todo tipo de productos «basura» y adelgacemos a base de correr media hora al día. Paradójicamente, seguimos creyendo que la comida basura es la que sirven los restaurantes de comida rápida cuando, la realidad es que toda la comida procesada, incluida esa, es una absoluta basura dañina para el organismo que nos hace engordar, se sirva en el restaurante de comida rápida de la esquina o en la cocina de su casa.

Yo siempre pongo el ejemplo de mis hijos, porque aspiro a que el resto de padres tomen nota de los progresos que hemos hecho nosotros y apliquen en sus casas todo aquello que posibilite que sus hijos no sean parte de las estadísticas en cuanto a sobrepeso y obesidad infantil. Y como con los niños es necesario predicar con el ejemplo, trabajando en su correcta nutrición estaremos trabajando en la nuestra de manera simultánea. Así que si les ofrecemos una alimentación sana que les permita adelgazar si lo necesitan o, como poco, contribuya a que no engorden, estaremos solucionando una parte muy importante del problema.

La Nutrición en la Infancia

Mis hijos hace unos meses

Mis hijos hace unos meses en un paseo por el campo (2014)

Una de las preguntas recurrentes que recibo de las personas que se han leído el libro es ¿Qué les puedo dar de desayunar a mis hijos? Aprovechando que nos ponemos a adelgazar, es cierto que tratamos de extrapolar lo que vamos aprendiendo y comprobando que funciona al resto de la familia. Yo tengo tres hijos y cuando me dispuse a adelgazar comían de una manera muy distinta a como lo hacen ahora. Lo que ocurrió era inevitable: al comprobar los magníficos resultados que este nuevo plan nutricional había aportado a mi organismo no dudé un momento en aplicar todo lo que había aprendido a la alimentación de mis hijos teniendo en cuenta sus necesidades nutricionales y energéticas. No estaba tratando de hacerles adelgazar, sino de nutrirles adecuadamente y asegurarme que se mantenían en el mejor estado de salud posible.

Creo que ya he repetido varias veces que mis hijos rara vez se ponen enfermos y cuando alguno pilla un catarro o una gripe, lo normal es que le dure muy poco tiempo (a veces sólo horas) y que no se lo pase a los hermanos. Antes de este cambio en su nutrición, se ponían malos con mucha más frecuencia y la duración de los procesos era notoriamente mayor, casi siempre de varios días. ¿Qué es lo que ha cambiado entonces en la alimentación de mis hijos? Básicamente, hemos suprimido casi por completo los alimentos procesados y los carbohidratos refinados.

Mi hijo mayor tiene 14 años (cumplirá 15 en noviembre), el mediano 7 años (cumplirá 8 en diciembre) y mi hija pequeña cumple precisamente hoy 5 años. Sus necesidades son diferentes pero la base de su alimentación es la misma. Además de los alimentos que ahora contaré, les doy a todos un suplemento multivitamínico multimineral. El mayor toma el mismo que yo (Vitalimax Nutrition) y los pequeños toman uno formulado específicamente para críos más pequeños (L’ill Critters). Aunque no quiero profundizar mucho en este tema, sí quiero decir brevemente que les doy estos suplementos porque creo que la verdura y la fruta que comen no les aporta todos los micronutrientes que debería debido principalmente a los nuevos métodos de cultivo y a la sobrexplotación del terreno (cuando se cultiva en tierra, que ya no es tan frecuente).

En la base de la alimentación de mis hijos están las proteínas y las grasas. Predominan las carnes de todo tipo, los pescados y mariscos, la leche entera, los huevos y los aceites de oliva y coco. Prácticamente cualquier plato que tomen tiene como ingrediente principal uno o varios de esos elementos, desde el desayuno hasta la cena. Como acompañamiento de esos platos principales, en algunas de sus comidas incluimos verduras o carbohidratos no refinados. De este modo, es habitual verles comer brócoli, lechuga, guisantes u otras verduras pero siempre como acompañamiento de su ración de proteína y regados con aceite de oliva virgen. En una de las comidas les damos una pieza o ración de fruta de postre. Nos decantamos por bayas (fresas, frambuesas, moras…) porque son ricas en vitamina C y ácido fólico (Vit. B9), pero en general no tenemos inconveniente en que tomen una fruta u otra, la que prefieran. Cuando no toman fruta de postre, toman lácteos o incluso queso, si es que quieren postre. En nuestra casa, el postre no es obligatorio. Si creo que han comido suficiente proteína y grasa, me decanto por postres que no aporten nada, como la Gelatina 0% o un «polo-flash».

Mucha gente me pregunta cómo consigo que mis hijos coman verdura, pero lo cierto es que se lo preguntan a la persona equivocada. El mérito es de mi mujer, que desde siempre les ha dicho (con cierta ayuda por parte del saltimbanqui de la serie infantil Lazy Town) que no son verduras sino golosinas. En nuestra casa no hay guisantes, sino sport-chuches. No hay brócoli sino «arbolitos de la fuerza». Con mis hijos pequeños funciona muy bien la coletilla «de la fuerza». De modo que si queremos que prueben algo, le añadimos «de la fuerza» y les contamos que es lo que yo tomo para tener los músculos fuertes. De este modo conseguí que mi hijo mediano cambiase su adorado Nesquik que es básicamente azúcar con sabor a cacao por Cola Cao 0% fibra, que es el «Nesquik de la fuerza» que yo tomo ocasionalmente en mis batidos y que no contiene prácticamente azúcares, sobre todo si lo comparamos con el Nesquik o el Cola Cao convencionales.

Además de su vaso de leche entera con «Nesquik de la fuerza», mis hijos toman para desayunar una gran variedad de cosas, desde pan integral con aceite de oliva hasta huevos, queso o embutidos, según el día. Tratamos de ver en el calendario que nos manda el colegio lo que comieron el día anterior y lo que comerán en el día en curso para adaptarnos al menú y que no coman continuamente lo mismo. El cambio al pan integral no fue sencillo. Estaban muy acostumbrados al pan blanco, pero en cuanto me oyeron decir que era «pan de la fuerza» se apuntaron a esta nueva variedad y ya no han vuelto a cambiar ni reclamar el pan blanco. Tampoco es que coman mucho pan, tan sólo alguna mañana para desayunar.

Para las comidas entre horas (meriendas, aperitivos…) predominan los quesos y lácteos. Aquí si somos bastante cuidadosos comprando. Más que la marca, miramos los valores nutricionales y elegimos aquellos que tienen menos hidratos. Huimos de las grasas hidrogenadas, de los almidones, féculas, soja y demás cosas que no deberían estar en un alimento natural. Para freír y rebozar, algo que hacemos con naturalidad pero usando aceite de coco, usamos salvado de trigo fino, que les aporta bastante fibra y en general usamos las mismas recetas que uso yo para comer al preparar sus alimentos. Por ejemplo, esta falsa pizza, estas croquetas, estos palitos de rosada o incluso esta caldereta de pescado.

Ocasionalmente les damos arroz integral. No saben que es integral y jamás han protestado, entre otras cosas porque como lo toman con tomate, no creo que noten ninguna diferencia. Les hice un día una paella campera (conejo, pollo, cerdo y chorizo) con arroz integral y la devoraron sin piedad. Mi paella, como os podréis imaginar, es más carne que arroz… Otra de las cosas que más ha cambiado ha sido el tema de la patata. Antes de adelgazar, en cualquier compra que hiciésemos no faltaba un saquito de patatas. Ahora no compramos patatas. Si alguna vez necesitamos una patata para algo, vamos y compramos la que necesitamos, pero no almacenamos patata en casa. Si salimos a comer fuera y piden un plato que lleva patatas, pues ese día comen patatas, pero en casa la patata no es una opción. Somos conscientes de que comen patatas en el colegio y cuando salen a cualquier sitio, de modo que tratamos de que en casa lleven otro tipo de alimentación. No las reclaman ni las echan de menos. Creo que la patata en general y el puré de patatas en particular es uno de los peores alimentos que le podemos dar a nuestros hijos.

También han desaparecido de la lista de la compra las galletas. Antes íbamos a comprar y traíamos distintas variedades, con lo que convertíamos la galleta en su desayuno o merienda habitual. Es cierto que son socorridas y les gustan a casi todos los niños, pero la cantidad de azúcar y de harina refinada que aportan es absolutamente descomunal, más aún para un niño. Un aviso: no os dejéis engañar por las galletas «light» o «cero». Son igual de malas pues usan polialcoholes para endulzarlas, no edulcorantes. El azúcar, además de dar dulzor, juega un papel estructural en la galleta, por eso tienen que buscar una solución que aporte masa además de dulzor. Un apunte a cuenta del desayuno: a mi hijo mediano, que es el que más desgaste tiene por su metabolismo, su agenda y su vitalidad, le añado una cucharadita (unos 5 gramos) de Casein Pro en su vaso de leche por la mañana, entre otras cosas porque me lo pide cuando me ve a mí hacerme mi batido. Creo que ese aporte extra de proteína le viene muy bien para pasar la mañana en el colegio.

Por último quiero comentar el tema de la pasta, tan socorrido para los niños. En casa tenemos pasta convencional y pasta proteica. A veces le damos de una y a veces de otra. La pasta la toman en casa sólo una vez a la semana y nunca es el ingrediente principal. Por ejemplo, si un día quieren macarrones, les hacemos Salmón con Brócoli y macarrones, donde lo que predomina es el salmón, seguido del brócoli y luego los macarrones. Se han acostumbrado a comer la pasta así y no lo ven extraño. Lo que les parece extraño es ver un plato de espagueti que lleva encima una cucharada de tomate con unos «granitos» de carne picada.

En fin, creo que con esto os hacéis una idea de cómo hemos aplicado los cambios en la dieta de nuestros hijos. Los resultados que estamos obteniendo son muy esperanzadores. Los tres son de los más altos de su clase, y esto es algo muy significativo porque los dos niños son de los más pequeños en sus clases, pues nacieron en Noviembre y Diciembre respectivamente, y además yo no soy especialmente alto. No duermen siesta ni se sienten cansados ni adormilados en ningún momento del día, incluso levantándose temprano y acostándose relativamente tarde. No tienen tendencia a ponerse enfermos, sobre todo si los comparamos con el resto de niños en sus clases, que se pasan el invierno acatarrados y griposos. Especialmente significativo es el cambio de mi hijo mayor, que si bien es cierto que ha entrado en la pubertad, algo que ha propiciado un notable cambio en su físico, estoy convencido que este proceso se ha visto favorecido ampliamente por el cambio que hicimos en su alimentación. En su caso, además, como se ha leído mi libro, a su manera y sin decir nada, aplica lo que ha aprendido a su manera y debo decir que le da buenos resultados. Aquí os dejo unas fotos del antes y el después de ambos.

Como siempre, si alguien tienen alguna duda estoy a vuestra disposición.

Mi hijo Pablo y yo en Febrero de 2011

Mi hijo Pablo y yo en Febrero de 2011, un par de meses antes de ponerme a adelgazar.

Mi hijo Pablo y yo el pasado mes de Octubre, dos años y pico después de haber cambiado nuestro plan nutricional

Mi hijo Pablo y yo el pasado mes de Octubre de 2013, dos años y pico después de haber cambiado nuestro plan nutricional

 

 

Prevenir la Obesidad Infantil

Obesidad Infantil

Obesidad Infantil

Según los estudios que he estado repasando esta semana, el factor de mayor riesgo para desarrollar obesidad como adulto es el sobrepeso en la infancia. Si, parece que es lógica cartesiana, pero no por ello deja de ser importante tenerlo en cuenta en la alimentación de nuestros hijos. Hoy quiero escribir sobre como afecta la alimentación al desarrollo de nuestros hijos y las consecuencias que para ellos tendrá la forma en que les alimentemos.

Quiero recordar antes de nada que mi generación, que yo denomino la generación del infartillo fácil, se alimentó en su niñez en las falsas creencias que dictaban que la grasa saturada (mantequilla, queso curado, cerdo, ternera, etc.) eran muy malas para la salud y lo verdaderamente bueno eran las grasas hidrogenadas (margarinas, bollería y grasas para freír). Las consecuencias de nuestra continua exposición a la grasa hidrogenada son un problema de salud cardiovascular mayúsculo que desafortunadamente, incluso hoy en día cuando todos los estudios son meridianamente claros al respecto, muchos médicos siguen sin entender el problema anclados en lo que aprendieron durante la carrera sin haber actualizado sus conocimientos. Doctores, no me crean a mí. Gasten unas horas leyendo artículos y estudios en PubMed y redescubran la verdadera causa de las enfermedades coronarias, que no es el exceso de grasa natural.

Hoy, el tema de las grasas hidrogenadas está claramente superado -aunque muchos alimentos procesados y la repostería y bollería industrial las sigue utilizando- pero existen otros enemigos a derrotar si queremos promover la salud de nuestros hijos. Desde mi punto de vista y basándome en todos los estudios que llegan a mis manos, o más concretamente a mi pantalla, estos enemigos son los carbohidratos refinados, el azúcar y los alimentos comodín en general. Yo llamo alimentos comodín a los que se cuelan en la lista de ingredientes de prácticamente todos los alimentos procesados y estos son la patata y sus derivados, el maíz y sus derivados y la soja y sus derivados, además del azúcar claro.

Absolutamente todos los estudios rigurosos de los últimos años apuntan a la necesidad de ingerir proteínas y grasas de manera continuada para gozar de una buena salud. Esto incluye comer abundante carne, huevos, pescado, lácteos y demás fuentes animales de proteína. También con cierta moderación legumbres y frutos secos, que todo hay que decirlo.

Desafortunadamente, en la alimentación de nuestros hijos y por motivos de tiempo principalmente, lo que impera a menudo es precisamente aquello que más les perjudica: los alimentos procesados. Desde los cereales del desayuno (que son un alimento altamente procesado, con muy poco valor nutritivo y compuesto principalmente por azúcares) hasta los platos de carne, pescado, postre y bollería procesados, nuestros hijos sufren una continuada exposición a productos que además de no aportarles las suficientes cantidades de nutrientes esenciales, introducen en su cuerpo sustancias que en el mejor de los casos son altamente sospechosas cuando no directamente muy dañinas para su organismo.

Internet nos ha regalado el don del acceso a la información a tiempo casi real que nuestros padres no tuvieron. ¿Me hubiera alimentado mi madre con margarina en desayunos, meriendas y como parte de muchas recetas que ella misma preparaba si hubiese sabido que se trataba de una grasa hidrogenada altamente perjudicial para el organismo? No, claro que no. Nosotros sí tenemos acceso a la información, a los estudios, y a la divulgación de los resultados que se hacen de manera continuada y sería un pecado por nuestra parte mirar hacia otro lado y no aprovechar esa información para tomar las medidas oportunas que garanticen que nuestros hijos reciben la mejor alimentación posible para garantizar su correcta nutrición y desarrollo.

Hace poco leía que el chef Jamie Olivier ganó su demanda contra McDonald’s el pasado diciembre y una de las frases que más me impactó de sus declaraciones acerca de sus motivaciones para emprender esta cruzada fue: «¿Qué ser humano en su sano juicio pondría un trozo de carne remojada en hidróxido de amonio en la boca de un niño?«. Hace ya tiempo que se demostró que el principal proveedor de carne picada a nivel mundial para este tipo de restaurantes lavaba la carne en amoniaco para matar bacterias como el e.colli, haciendo que una carne «no apta» para el consumo se convirtiese milagrosamente en «apta». No estoy diciendo que comerse una hamburguesa de cualquier cadena de comida rápida vaya a condenar a nuestros hijos a un futuro de obesidad sino que la reiterada incursión de comida procesada en su dieta, ya sea mediante restaurantes de comida rápida, bollería industrial o alimentos precocinados que compramos para el hogar, es la tormenta perfecta que desencadena una gran masa de enfermedades a largo plazo en su organismo.

Para prevenir esto tan sólo hay que seguir una serie de pasos que además coinciden con algunos de los que yo promuevo para la pérdida de peso:

  • Eliminar por completo los carbohidratos refinados de la dieta habitual
  • Eliminar por completo los alimentos procesados. Si quiere una hamburguesa o unos palitos de merluza, compre un trozo de buey o de pescado y hágalo usted mismo. Ganará en salud… y en sabor!
  • Eliminar los zumos, refrescos y en general cualquier bebida azucarada. La web www.conoce.cocacola.es es un insulto a la inteligencia. No se crea absolutamente nada de lo que dice. Dele agua a sus hijos. Es más barata e infinitamente más sana, además de necesaria.
  • Eliminar los productos light, desnatados o con 0% de materia grasa. La grasa es necesaria para el organismo y no engorda más que cualquier otro macronutriente. Recupere la mantequilla, la nata, la leche entera, las carnes y pescados grasos.
  • La más importante: lea la composición de todo lo que compre en el supermercado. Si no sabe lo que es un ingrediente, no lo compre. Si acaba en «osa» es azúcar (glucosa, sacarosa, dextrosa, fructosa…). No se deje engañar. Si un alimento contiene soja no es para mejorar su salud, es porque está hecho con comida basura y el fabricante quiere aumentar su proporción de proteínas. Si lleva patata, fécula, jarabes, derivados del maíz o cualquier otro ingrediente que no debería estar ahí, no lo compre.

Si previene la obesidad de sus hijos alimentándolos correctamente, además de mejorar la perspectiva de su salud a largo plazo, les evitará pasarse media vida siguiendo dietas para adelgazar con los resultados que le son de sobra conocidos.

¿Te gusta este tema?

Suscríbete al blog ahora de manera gratuita para recibir en tu correo electrónico los próximos artículos que escriba sobre alimentación sana dejándome tu dirección aquí. No la usaré para nada ajeno al blog ni recibirás correo basura mío, y podrás darte de baja en cualquier momento haciendo un sólo clic. Además, solo por suscribirte al blog podrás leer dos capítulos de mi libro La gran mentira de la nutrición de manera absolutamente gratuita, que creo que te gustarán bastante si tienes interés en cuidarte o cuidar de tu familia. También te agradezco que compartas este artículo en las redes sociales para darle difusión y llegar a más personas.