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Millonarios de Azúcar

Cantidad de Azúcar en la dieta

Durante todo el año pasado han aparecido muchas noticias, desde todo tipo de fuentes, que relacionan el excesivo consumo de azúcar con infinidad de problemas de salud. Sin embargo, no parece que el consumo de azúcar per cápita vaya en descenso, sino más bien todo lo contrario. El estudio ANIBES desveló en 2019 que la ingesta media de azúcar en España es de unos 72 gramos por persona y día, más de 26Kg al año, una auténtica barbaridad.

Sin embargo, el uso de azúcar como producto de consumo directo, continúa bajando. ¿Cómo es posible que si cada vez compramos menos azúcar el consumo sea mayor? Como ya he expuesto en otras ocasiones (aquí y aquí por ejemplo) esto es debido a que los alimentos y las bebidas que compramos cada vez contienen más azúcar. O sea, no echamos más azúcar al café, sino que compramos café que ya viene azucarado, por exponerlo de manera gráfica.

Dado que es un hecho constatado que el excesivo consumo de azúcar produce graves problemas de salud, que a su vez generan enormes problemas económicos, cabe preguntarse porqué no se hace realmente nada serio al respecto. Y digo nada serio, porque se hacen pequeñas cosas -sospecho que para no quedar en evidencia- como el acuerdo entre el gobierno y algunos fabricantes– para reducir en un miserable 10% la cantidad de azúcar, sal y grasa de los alimentos, así, todo juntito, para que cada uno aplique la reducción en lo que le interese.

En efecto, cuando las personas enferman por consumir un exceso de azúcar de manera continuada, ya sea por diabetes, por enfermedades cardiovasculares o por cualquier otra dolencia, se genera una cronificación del enfermo, cuya factura todos acabamos pagando de un modo u otro, durante muchos años, ya sea mediante los impuestos que soportan el sistema nacional de sanidad o mediante el incremento en los precios de las primas de los seguros privados. Al final, alguien tiene que pagar la factura de la metformina, de la insulina, de las operaciones y tratamientos cardiovasculares, etc.

Entonces, ¿porqué no se hace nada serio para evitar el consumo excesivo de azúcar? En mi opinión, la respuesta está en los Millonarios de Azúcar, un nutrido grupo de empresas y personas que hacen un negocio redondo cada año vendiendo azúcar en cantidades industriales, nunca mejor dicho. ¿Y cómo de grande es este grupo y qué fortuna amasan? Bueno, esto es difícil de calcular, pero podemos hacernos una idea, que imagino a alguno va a sorprender, extrapolando algunos datos.

Si preguntase ahora mismo el nombre de ilustres millonarios en España, seguro que la mayoría acertaría a nombrar primero a D. Amancio Ortega, de Inditex o a D. Rafael Roig, de Mercadona. Pero, ¿y si les dijera que una sola empresa, prácticamente con una sola marca, ha amasado para sus dueños un patrimonio de más de 10.000 millones de euros sólo en España? ¿Y si les dijera que esa marca vende, básicamente, agua con azúcar?

Para ponerlo en perspectiva, la persona más rica de España es el Sr. Ortega, que juega en otra liga (la mundial) con una fortuna de más de 50.000 millones de euros. Sin embargo, y ya compitiendo en la liga de los millonarios mortales, en el puesto 2 y el 3 del ranking tenemos a la familia Del Pino (Ferrovial) con 7.650 millones de euros y a la familia Roig (Mercadona) con 7.050 millones de euros. En un sorprendente cuarto puesto y pisándoles los talones, tenemos a la familia Daurella, que amasa una fortuna superior a 6.300 millones de euros. ¿Adivinan de qué empresa poseen un 20% del capital? Se trata de Coca-Cola European Partners, un conglomerado de empresas que son las embotelladoras (productoras) de Coca-Cola en Europa y algunos países de África, cuya presidenta, Doña Sol Daurella, que además tienen un puesto en el consejo de administración del Banco Santander, abandonó en 2017 Diplocat, el organismo encargado de las famosas «embajadas» catalanas en el extranjero. Se ve que ya no se sentía tan Catalana… ni tan Española, porque según leo en el informe de El Mundo, su participación en Coca-Cola European Partners es a través la empresa española Cobega en la cual ella participa a través de su empresa de Luxemburgo SARL. O sea, en el mejor de los casos, sólo una parte de sus pingües beneficios tributan en España porque a ella le sale mucho más a cuenta pagar la sanidad de los Luxemburgueses con esa parte de sus impuestos.

Pero lo sorprendente no es que esta señora y su familia ocupen el 4º lugar de la lista de Millonarios con esos 6.300 millones de euros. Lo realmente sorprendente es que esos 6.300 millones están ligados sólo al 20% del capital de Coca-Cola European Partners. ¿Y el otro 80% del capital? Bueno, pues pertenece a otros socios, de los cuales, otros 5 aparecen de manera importante en la lista de millonarios de España, en estas posiciones:

  • 4º –> Sol Daurella Comadrán y Familia –> 6.300M €
  • 18º –> Javier Gómez-Trénor Vergés y Familia –> 1.960M €
  • 73º –> Jose Ignacio Comenge Sánchez Real –> 740M €
  • 74º –> Familia Mora Figueroa Domecq –> 740M €
  • 103º –> Ana Bohorquez Escribano y Familia –> 470M €
  • 106º –> Familia Usó Ferrera –> 460M €

Si sumamos estas fortunas, obtenemos la cifra de 10.670 millones de Euros, lo que le catapulta a los accionistas españoles de referencia de Coca-Cola European Partners, de manera conjunta, al segundo lugar de la lista, precedidos únicamente por el Sr. Ortega, que como dije antes, juega en otra liga. A su lado, ilustres millonarios Españoles son meros ricos, como Doña Ana Botín (Banco Santander) con 2.150M €, D. Florentino Pérez (ACS) con 1.220M €, la Familia García Baquero (Lácteas García Baquero) con 590M € o Dimas Gimeno (El Corte Inglés) con 430M € por mencionar sólo algunos nombres conocidos.

Y esto es únicamente el negocio de embotellado de refrescos de las marcas de Coca-Cola. ¿Qué ocurre cuando tratamos de contabilizar el negocio global del azúcar, con el resto de fabricantes de bebidas azucaradas, comida procesada, pastelería, bollería, panadería, etc? Pues yo creo que si sumáramos todas esas fortunas generadas por el azúcar, los 50.000 millones de euros de D. Amancio Ortega parecerían calderilla. No, no exagero. Piensen brevemente en algunas mega marcas cuyo principal ingrediente es el azúcar. Yo les doy algunas pistas: Nestlé, Pepsi, Danone, Donuts, Cuétara, Milka, Lindt… La lista es prácticamente interminable.

Indudablemente, todas estas empresas generan, además de beneficios para sus dueños, beneficios sociales, generando empleo y riqueza para sus millones de trabajadores y contribuyendo notablemente a la recaudación de impuestos. Pienso que por ello, ningún gobierno es capaz de meterle mano al problema de manera directa y además creo que no lo hacen porque los nefastos políticos que tenemos solo entienden de prohibir y de aplicar subidas de impuestos, consecuencias que finalmente sufrimos los consumidores en todos los mercados. Quizás, si se incentivara (en lugar de prohibir el consumo o aumentar los impuestos) una dieta menos dulce, en la que paulativamente necesitásemos menos dulzor, y se premiase el uso reducido de edulcorantes artificiales, los fabricantes podrían adecuar poco a poco su producción a las nuevas exigencias sociales, reduciendo por tanto considerablemente el uso del azúcar sin destruir puestos de trabajo ni riqueza.

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Azúcar, la dulce droga del Siglo XXI

Azúcar, dulce veneno

Azúcar, dulce veneno

No es la primera vez que el azúcar es considerada como una droga o sustancia que crea dependencia o –como decimos coloquialmente- adicción. Desde siempre hemos ingerido cantidades de azúcares incluidos en todo tipo de productos procesados que salen al mercado, pero fue a mediados del S.XX cuando la industria alimenticia se hizo con el negocio. Un negocio con el que se ahorraba una gran cantidad de dinero gracias al ‘boom’ de los productos bajos en grasa, que contienen niveles exagerados de azúcar –un producto barato y fácil de conseguir-. Nos hicieron creer que las grasas eran malas y dañinas para el corazón, advirtiéndonos sobre la hipercolesterolemia y otro tipo de enfermedades coronarias y neurológicas que supuestamente estaban causadas por el consumo de estas grasas. Nada más lejos de la realidad.

El principal responsable de las enfermedades cardíacas, la diabetes, el alzhéimer, la obesidad, las degeneraciones neurológicas… es nuestro dulce enemigo ‘el azúcar’. Nos contaron la mayor falacia de la historia, inculcándonos el equilibrio de una nutrición basada en alimentos ricos de esta sustancia, ahorrando millones y millones en producción a costa de nuestra salud. ¡Así son los negocios! En eso se basa la economía.

Son numerosos los estudios publicados que muestran los efectos negativos del azúcar aludiendo a tal como una droga cuyos efectos conductuales, neurológicos y fisiológicos son comparables a los producidos por el alcohol, el tabaco e incluso la heroína. Pero no corramos tanto; para ponernos en situación y llegar a comprender por qué se empieza a considerar –o por qué algunos consideramos- el azúcar como una droga, vamos a definir antes dicho término.

Entendemos como droga a aquella sustancia sintética o natural que modifica temporalmente el estado de conciencia. Es decir, cualquier sustancia que pueda producir cambios en la percepción, el estado de ánimo, la conciencia y/o el comportamiento. Quizás penséis que el azúcar no produce ninguno de estos efectos… ¡ERROR! ¿Qué es lo primero que nos enseñan las películas que cuentan infortunios amorosos? ¿Qué hacemos cuando nos dan malas noticias? Cuando estamos sin fuerzas, ¿a qué recurrimos? La respuesta a todas estas preguntas es: ¡El Azúcar! El típico helado de chocolate o los atracones de dulces en las malas noticias y desencuentros amorosos, refrescos y caramelos para subir el ánimo y la fuerza… en resumidas cuentas, recurrimos al azúcar para sentirnos bien, para ayudarnos a ver desde otro punto de vista las cosas negativas, para activarnos. ¿Sorprendido? Sigamos.

Una vez claro el concepto de droga, procedamos a diferenciar entre una adicción y una dependencia. Aunque comúnmente suelen sugerir lo mismo, en el ámbito médico hay una cosa que las diferencia, y es que en la adicción el elemento principal es el comportamiento y en la dependencia es la sustancia. Por lo tanto trataremos al azúcar como sustancia de dependencia. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR), podemos saber cuándo se es dependiente a una sustancia al evaluar que tres de los siguientes criterios se hayan dando en algún momento en un periodo de 12 meses:

  • Fuerte deseo de consumo.
  • Tolerancia a la sustancia, es decir, necesidad de consumir más cantidad.
  • Problemas de control de comportamiento en relación a la sustancia.
  • Síndrome de abstinencia.
  • Descuido de personas e intereses.
  • A pesar de ser consciente de que su consumo perjudica social, física y psíquicamente, no puede parar la adicción.
  • Rutina de consumo.

Si analizamos detenidamente todos estos criterios para confirmar una dependencia, podemos decir que al menos tres (e incluso más) son compartidos por los consumidores habituales de azúcar.

¿Nos saciamos por igual ante todo tipo de alimentos?

Cuando nos llevamos un dulce o una bebida azucarada a la boca, nuestra primera reacción no es la de dejar de tomarlo. Al contrario, el sabor es agradable y sentimos esa sensación de placer y bienestar que nos proporciona su ingesta, por lo que nos comeremos hasta el último bocado e incluso repetiremos si es posible. Entonces, cabe preguntarse, ¿por qué con productos como el azúcar nunca terminamos de saciarnos? De esta pregunta parten precisamente innumerables estudios sobre el azúcar y su posible acción de dependencia.

El azúcar altera el proceso neurológico que genera un estado de saciedad. Cuando comemos algo o realizamos un tipo de actividad o ejercicio que sea placentero, el cuerpo tiene un mecanismo innato que se encarga de informar al cerebro que al llegar a determinadas cantidades ha de detener la conducta. Por ejemplo, si nos comemos un filete de ternera, quizá podamos y queramos repetir, pero habrá un momento en el que nos quedaremos saciados y sin ganas de comer más de ese alimento. Supongamos ahora que comemos algo dulce. Comemos hasta quedarnos satisfechos, pero tras 15 o 20 minutos volvemos a tener ganas de algo dulce y volveríamos a comerlo – si es que no lo hemos hecho mientras lo pensábamos. Las drogas de abuso tienen el mismo mecanismo: alteran la función que hace que el cerebro active el estado de saciedad.

Hay dos centros cerebrales implicados en este proceso:

–          El Sistema Dopaminérgico (productor del neurotransmisor Dopamina), que es el centro encargado del placer y el mecanismo que activa los centros de recompensa del cerebro. A mayor satisfacción y placer generados por una sustancia, comportamiento, percepción o actividad, mayor será el número de respuestas dadas por este sistema.

–          El Sistema Colinérgico (Productor del neurotransmisor Acetilcolina), encargado de la saciedad y de frenar el comportamiento en sí.

La elevación de Dopamina se produce con toda conducta que provoque satisfacción y placer, por lo que con toda conducta natural que nos produzca estas sensaciones la elevación de este neurotransmisor será inminente. Funciona detectando algo novedoso, haciendo por tanto que la conducta apetecible vuelva a repetirse, generando Dopamina a niveles variables en función de circunstancias externas e internas. Sin embargo, con las drogas se liberan las mismas cantidades de Dopamina cada vez que se usan, haciendo de esta una sustancia novedosa para el cerebro en cada toma y no activando la sensación de saciedad.

¿Qué pasa cuando algo nos produce aversión o es desagradable a nuestro gusto?

En este caso, el centro de saciedad aumentará hasta el nivel en que la conducta calificada como desagradable no llegue a asociarse con el Sistema de Recompensa. Nuestro cerebro asociará inconscientemente esa sustancia, actividad o conducta como algo que hay que abandonar puesto que el pico de saciedad ha sido tan elevado que no nos quedarán ganas de seguir adelante. En el caso de la drogodependencia, durante el periodo de abstinencia la persona entra en un estado desagradable en el que se le hace difícil llevar la interrupción del consumo de una droga, con síntomas que producen efectos tanto fisiológicos como psicológicos. Aquí vuelve a entrar en juego nuestro dulce enemigo el azúcar. Para aliviar este estado de ansiedad y malestar la mayoría de drogodependientes recurren al azúcar como sustituto de la droga. Por ejemplo, un fumador que quiere dejar de fumar palia esta ansiedad al intentar dejar el tabaco atiborrándose de dulces, gominolas y, en general, todo tipo de productos que posean un alto índice glucémico. De esta forma el azúcar actuará como sustancia sustituta de la nicotina eliminando o haciendo llevadero el tan desagradable síntoma de abstinencia produciendo un alivio sintomático y placentero.

Existen rigurosos estudios científicos que han desarrollado sus investigaciones en torno a este mecanismo de saciedad desarrollado en distintas regiones cerebrales y estudios en los que se aprecia cómo ratones de laboratorio pasan por las mismas etapas de adicción a una droga al suministrarles una dosis diaria de azúcar.

A continuación podemos ver las imágenes de algunos de los estudios realizados en la UCLA (University of California, Los Angeles) en los que se compararon imágenes PET de cerebros de distintas personas.

Activación de áreas cerebrales producida por el azúcar y la cocaína

Activación de áreas cerebrales producida por el azúcar y la cocaína

Regiones cerebrales activadas en un cerebro sano, un cerebro adicto a la cocaína y un cerebro adicto al azúcar

Regiones cerebrales activadas en un cerebro sano, un cerebro adicto a la cocaína y un cerebro adicto al azúcar

IMÁGENES CEREBROS

En la imagen de la izquierda se hace una comparación del cerebro de una persona que consume habitualmente azúcar con otro cerebro de una persona que consume cocaína. Observamos como las regiones cerebrales activadas son las mismas en ambas sustancias, siendo mayor la activación en la persona consumidora de azúcar.

La imagen de la derecha se corresponde a la tomografía realizada con tres tipos de personas. De izquierda a derecha: la primera, de una persona sin ninguna adicción; la segunda, de una persona consumidora de cocaína y la tercera de una persona con obesidad, consumidora de alimentos ricos en carbohidratos y azúcares. Como vemos, la activación de la región cerebral de la persona normal mantiene áreas activas diferentes a las de las otras dos personas, siendo la región iluminada en rojo la correspondiente a las áreas de los sistemas de recompensa y saciedad.

Hasta aquí hemos hecho un breve recorrido sobre algunos de los estudios realizados que muestran la conexión del azúcar con las drogas de consumo. Podríamos seguir citando estudios y resumiendo resultados sobre la estrecha relación en sistemas cerebrales compartidos por el azúcar y las drogas, pero es preferible mostrar el poder que tiene en azúcar sobre otras áreas.

¿Hasta qué punto puede influir el azúcar en enfermedades ya desarrolladas?

Si hemos entendido lo que hasta aquí hemos expuesto, podremos inferir que el azúcar puede actuar como un excitante del Sistema Nervioso. Por tanto, puede producir una subida rápida de Adrenalina causando hiperactividad y dificultad para la concentración. En enfermedades como el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad) se desaconseja todo tipo de productos que puedan contener azúcar en su composición. Las dietas que se prescriben para una nutrición sana y favorable para este tipo de casos es una dieta rica en ácidos grasos Omega-3.

Además, el azúcar no actúa del mismo modo durante todo el desarrollo madurativo de una persona. Se ha demostrado que durante la infancia, el azúcar es responsable de la falta de motivación y el deterioro en el área de toma de decisiones. Además el incremento de la obesidad en niños está asociado al desarrollo posterior de la Diabetes Tipo II.

Otro descubrimiento importante relacionado con la ingesta de azúcar es su repercusión en el desarrollo del cáncer. El azúcar sirve de alimento a las células cancerígenas, estando relacionado con el cáncer de páncreas, recto y estómago entre otros. Asimismo, actúa inhibiendo el sistema inmunológico y debilitando las defensas contra las enfermedades infecciosas.

Pero esto no es todo: envejecimiento de la piel por el cambio que provoca en la estructura del colágeno, retención de fluidos en el cuerpo, alergias alimentarias, alteración de la capacidad de pensamiento, incremento de la posibilidad de padecer Alzheimer, desequilibrios hormonales como el síndrome premenstrual y la disminución de la Hormona del Crecimiento, y un largo etcétera que me llevaría a rellenar unas cuantas páginas más.

Estos efectos no se dan al instante de su consumo, pero si poco a poco vamos habituando a nuestro cuerpo a la ingesta de nuestra ‘dulce enemiga’ lo más factible es que vayamos notando su presencia. Lo que he escrito hasta ahora no es algo que me haya inventado o sacado de la manga. Algunas afirmaciones provienen de estudios científicos ya revisados y otras de revisiones que se están llevando a cabo. Pero como bien decimos popularmente “Cuando el río suena, agua lleva”. No esperemos hasta el último momento para cambiar nuestros hábitos de alimentación. Es fácil y cómodo seguir actuando del mismo modo en que lo hemos hecho desde la infancia, pero las cosas cambian, la sociedad evoluciona, los negocios crecen con las creencias de la sociedad y al final terminamos siendo animales dóciles creyendo que lo establecido es lo mejor para nosotros.

Referencias bibliográficas:

American Psychiatric Association (APA), (2000). DSM-IV-TR. Barcelona: Masson

Rada, P., Avena, N.M. y Hoebel, B.G. (2005). “Adicción” al azúcar: ¿Mito ó realidad? Revisión. Rev Venez Endocrinol Metab, 3(2),2-12.

Dr. Mercola, 20 de Abril 2010. Mercola.com. Recuperado el 06 de Julio 2014, de http://espanol.mercola.com/boletin-de-salud/los-peligros-del-azucar.aspx

Bobes J., Casas M., Gutierrez M. (2010). Manual de trastornos adictivos. Enfoque Editorial, S.C.

Arcila Yanes, E.A., 11 de Junio de 2014. Azúcar ¿Qué pasa con nuestro cerebro cuando Ingerimos Azúcar? Recuperado el 6 de Julio de 2014, de http://natupana.blogspot.com.es/2014_06_01_archive.html

Adelgazar sin perder la Salud

Medicamentos que tomaba por mi obesidad

Medicamentos que tomaba por mi obesidad

Uno de los motivos principales que me llevó a adelgazar y que cada día compruebo que más gente comparte en su afán por perder peso es la mejora de la salud. Tenemos la enorme suerte de que nuestro organismo es muy agradecido y todo lo que hagamos por mejorar nuestra salud suele tener consecuencias inmediatas, especialmente en lo relacionado con la pérdida de peso. En mi caso, antes de adelgazar tomaba 6 pastillas diarias de medicación para mitigar diferentes dolencias. Al levantarme tomaba un protector gástrico (Anagastra 40), un regulador del ritmo cardiaco (Emconcor Cor) y una pastilla contra la ansiedad (Deanxit). Después de desayunar, tomaba un paracetamol de 1 gramo para mitigar los dolores musculares y articulares que sufría. Ya en la comida, tomaba antiácido (Almax o Alquen) para evitar digestiones pesadas y antes de acostarme me tomaba un relajante (Diazepam 2 mg). Algunos días también tomaba un Flatoril para evitar los gases, que luego he sabido que produce unos efectos secundarios a medio y largo plazo bastante nefastos para la salud. Además, si tenía un día malo y sufría ansiedad, también tomaba Alprazolam de 0,25 mg y si los dolores musculares eran intensos, un Nolotil, a veces incluso pinchado.

Como cuento en el libro, unos 45 días después de comenzar a adelgazar ya no tomaba ninguna medicación. En realidad, desde el primer día que comencé a comer del modo que lo hago ahora, mis problemas de salud fueron desapareciendo a ritmo de vértigo, infinitamente más rápido de lo que tardaron en aparecer. Tras 38 años de maltrato, mi organismo volvía a comportarse con normalidad en tan sólo unas semanas. Semanas en las que por cierto y como relato en el libro, adelgacé sin pasar hambre y sin sentirme mal con lo que comía. Adelgazar, además de curarnos por fuera, nos cura por dentro, y mucho más de lo que pensamos. No me cabe duda de que la industria farmacéutica depende en gran medida del sobrepeso de la población. No son pocas las dolencias derivadas del sobrepeso y lo peor es que los «medicamentos» a nuestro alcance no curan dichas dolencias sino que en el mejor de los casos mitigan los síntomas en tratamientos que pueden ser de por vida. Si no hubiese adelgazado seguramente hoy seguiría tomando seis, siete o incuso 8 pastillas al día, algunas de las cuales extremadamente caras.

Abril de 2011 - 113 Kg

Abril de 2011 – 113 Kg

Pero adelgazar recuperando la salud no es algo que pueda hacerse de cualquier modo. En el libro explico con cierto detalle que adelgazar y perder peso no son sinónimos. El organismo se resiente del lastre que supone tener almacenados kilos y kilos de grasa. Sin embargo, tener un peso elevado debido a una importante masa muscular, lejos se ser perjudicial es absolutamente beneficioso para el organismo. Por ello insisto tanto en que adelgazar es eliminar grasa y tenemos que diferenciarlo claramente de perder peso, que puede significar que además de grasa podemos estar perdiendo masa muscular o un exceso de líquido. La pérdida de masa muscular suele darse en dietas hipocalóricas en las que además de pasar hambre no recibimos los suficientes ácidos grasos esenciales (grasas) ni aminoácidos esenciales (proteínas). La pérdida de un exceso de líquido suele darse en situaciones de deporte cardiovascular continuado. Ni una cosa ni la otra son buenas para la salud.

Por ello, insisto una y otra vez en la importancia de adelgazar para recuperar la salud y no para perderla como puede ocurrir cuando seguimos dietas que nos matan de hambre o entrenamientos deportivos que acaban con nuestra reserva de energía, nutrientes y electrolitos. Cualquiera que tenga un problema de salud debe plantearse qué papel juega en su problema el sobrepeso que tenga. Yo jamás le di importancia hasta que me di cuenta, con sólo 38 años, que mi salud era un desastre. Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver. Jaime Brugos me enseñó que las tres cosas más importantes para la salud son Nutrición, Nutrición y Nutrición. Esto, como cito al principio de mi nuevo libro «El Aceite de Coco, el elixir de la vida» es algo que ya nos enseñaba Hipócrates hace cerca de 2.500 años: «Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina». Lo diré de manera directa una vez más: si tiene algún problema de salud, sea el que sea, estoy convencido que una buena nutrición puede ayudarle a mejorar cuando no solucionarlo por completo como me ocurrió a mí.