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OMS, Cáncer, Carne Roja, Periodismo y Estupidez

Logo de la Organización Mundial de la SaludOMS, Cáncer, Carne, Periodismo y Estupidez. Junta todos estos ingredientes y tendrás la receta perfecta para generar una alarma social sin precedentes y, me temo, que sin mucho sentido. Por si por casualidad existe alguien que no se haya enterado, comienzo por el principio: la Organización Mundial de la Salud ha emitido una nota de prensa en la que afirma, así como quién no quiere la cosa, que el consumo de carne roja y de carne procesada produce cáncer. Es más, cataloga la carne roja como probable carcinógeno para los humanos al englobarla en el grupo 2A, y las carnes procesadas como carcinógena para los humanos, al englobarlas en el grupo 1, donde también se encuentran el tabaco y el amianto. Da que pensar, ¿verdad? Pues pensemos, pero antes hagamos un poco de historia. Creo que esta es la misma OMS de leche sí, luego leche no, y luego leche a ratos. Huevos sí, huevos no, y ahora huevos sí otra vez. Así que lo que viene, como cualquier gran titular con poco contenido, lo debemos coger con pinzas.

Empecemos por el principio. ¿Qué ha ocurrido con esta nota de prensa? Pues lo de casi siempre, que se han extraído de ella frases y se han creado titulares alarmistas sin entrar a investigar siquiera un poquito el fondo de la cuestión ni los [pocos] datos contenidos en la propia nota. Habitualmente soy muy crítico con los periodistas porque suelen hacer poca o ninguna investigación antes de publicar, pero en este caso creo sinceramente que es la propia OMS la que ha emitido una nota muy ambigua que más que informar desinforma y, para colmo, el enlace publicado que envía a los estudios extendidos utilizados, supuestamente publicados en The Lancet Oncology, no funciona en ninguna de las versiones de la nota de prensa que he leído (español e inglés). Esto ya me da una idea del rigor de quien ha redactado y publicado la nota, pero no entremos todavía en meterle el dedo en el ojo a nadie. Lógicamente, me he dado un paseo por la web de The Lancet Oncology, pero no he encontrado los estudios mencionados. Quizás estén ahí en algún sitio, pero desde luego no aparecen a primera vista en la edición de Octubre que es la que se referencia en la nota de prensa.

La nota de prensa de la OMS habla de dos cosas distintas, y que considero que no deberían estar mezcladas en la misma nota porque llevan a confusión. Por un lado, habla de lo que denomina carne roja y por otro de lo que denomina carnes procesadas. Miremos ambos casos por separado para hacernos una idea de lo que realmente dice esta nota.

Carne RojaLa OMS denomina carne roja a la carne muscular procedente de todos los mamíferos como la carne de res, ternera, cerdo, cordero caballo o cabra. No menciona todos los mamíferos como es natural , pero imagino que la carne de conejo, ciervo, canguro o cebra están también ese grupo. Me llama la atención porque me parecen carnes tan distintas que meterlas todas en el mismo saco es, cuando menos, curioso. Además, habla específicamente de la carne muscular, de modo que deja fuera las vísceras como el hígado o los riñones y los huesos, lo que me parece curioso también, pues tradicionalmente hemos asociado más riesgo al consumo de este tipo de alimentos procedentes de los mamíferos.

Según dice la nota de prensa, un grupo de trabajo de 22 expertos (sin nombre) de 10 países (sin especificar) clasificó el consumo de carne roja como probablemente carcinógeno para los humanos (Grupo 2A), basado en evidencia limitada de que el consumo de carne roja causa cáncer en los humanos y fuerte evidencia mecanicista apoyando un efecto carcinógeno (esto último no alcanzo a entender con exactitud que significa). Esta asociación -dice la nota- se observó principalmente en el cáncer colorectal, aunque también se han visto asociaciones con el cáncer de páncreas y el de próstata.

Con respecto a la carne procesada, la OMS nos dice que en esta categoría entran todas las carnes que se han transformado a través de salazón, curado, fermentación, ahumado u otros procesos para mejorar su conservación o sabor. O sea, viene a decirnos que un jamón ibérico es lo mismo que un trozo de chopped, que un lomo embuchado es lo mismo que una salchicha Frankfurt y que la cecina de buey es lo mismo que una lata de paté, que no deja de ser carne procesada. Interesante asociación de productos con composiciones químicas y nutritivas absolutamente dispares…

Carnes ProcesadasSin embargo, coge todo este grupo de alimentos y lo cataloga como carcinógeno para los humanos perteneciente al grupo 1, basándose en «evidencia suficiente» de que el consumo de carne procesada causa cáncer colorectal. En ese mismo grupo 1, como he dicho antes, se encuentran el tabaco y el amianto, pero también el plutonio. Sin embargo, fuera de la nota, en una página dedicada a responder preguntas de interés acerca de la nota de prensa, que sospecho que pocos periodistas han visitado, la propia OMS admite que aunque compartan grupo, el riesgo no es lógicamente el mismo.

Para rematar la faena y crear todavía más alarma social, los expertos nos arrojan un dato en forma de porcentaje: dicen que cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta un 18%  el riesgo de contraer cáncer colorectal. ¡Madre mía! Debo estar absolutamente podrido por dentro… ¿o quizás no? Veamos.

He ido a buscar datos de población y casos de cáncer colorectal en los Estados Unidos, que suele ser el país que más datos publica en general sobre cualquier cosa, y que además es un gran consumidor de carnes procesadas, por lo que serán datos absolutamente válidos. Los últimos datos corresponden a 2012, y encontramos que ese año la población de Estados Unidos se cifraba en 312,780,968. Por otro lado, en el CDC (Center for Desease Control) encontramos que ese año se diagnosticaron 134,784 casos de cáncer colorectal. Si suponemos que todos los americanos comieron carne procesada en 2012 en algún momento del año, algo que es inexacto pero cercano a la realidad, y hacemos la cuenta, resulta que el 0,0431% enfermó de este cáncer. Ojo, no hablamos de el 1%, ni del 0,5% sino de menos del 0,05%. ¿Qué significa esto? Pues que si la posibilidad de enfermar de cáncer colorectal por consumir carnes procesadas es del 0,0431% y por cada 50 gramos que ingiramos crece en un 18%, la primera porción del año sitúa nuestro riesgo en el 0,05%, la segunda en el 0,06%, la tercera en el 0,07% y así sucesivamente, aunque con un ligero factor de crecimiento geométrico. El caso es que NO hay que pensar que si comemos carne procesada nuestro riesgo de padecer cáncer colorectal es del 18%, sino que este riesgo, que es aparentemente bastante bajo, crece en un 18%, o al menos eso interpreto yo leyendo la nota de prensa. Curiosamente, en el listado de factores de riesgo del cáncer colorectal del CDC NO figura la carne, ni procesada ni fresca. De hecho, si observamos las estadísticas publicadas por el CDC, no hace falta ser un lince para entender que el factor de riesgo más determinante para contraer cáncer colorectal es sin duda la edad. Como veréis en la tabla, en mis cuentas básicas me he desviado un 0,03% de la realidad, probablemente porque no he tenido en cuenta que los bebés y los vegetarianos no comen carne 🙂

La nota de prensa de la OMS dice también que el consumo de carne se está incrementando a nivel mundial, lo cual choca frontalmente con las estadísticas de tendencia publicadas por el CDC, que indican que los casos van en retroceso. ¿Quién se equivoca, la OMS o las cifras reales?

He estado mirando algunas páginas de nutrición dentro de la propia OMS, para entender el rigor que utilizan en sus publicaciones. En su página de recomendaciones nutricionales establecen (por favor sentaros si estáis de pié que no quiero accidentes), que los nutrientes que componen la base de toda la nutrición humana son: proteína, energía, Vitamina A y Caroteno, Vitaminas C, D, E, K, tiamina, riboflavina, niacina, B6, ácido pantoteico, biotina, B12, folatos, antioxidantes, calcio, hierro, zinc, selenio, magnesio y yodo. O sea, dice la OMS en su web que la energía es un nutriente -curiosa acepción del término- y que la grasa no es parte de la base de la nutrición humana, así que debo suponer que no han oído hablar de los ácidos grasos esenciales.

Kurt Straif, responsable del estudio de la OMSPersonalmente, y esto es sólo mi opinión, creo que esta nota de prensa sobre el consumo de carne es absolutamente alarmista y responde a algún tipo de campaña comercial, y para esto último me baso en una entrevista publicada hoy en El País en la que el responsable del estudio monográfico, Kurt Straif, se ha puesto el parche antes de que apareciera la herida, porque ha repetido que no tienen lazos con empresas ni industrias sin que le pregunten por ello. ¿Será vegetariano? Creo que es una pregunta que debían haberle hecho sin duda, pero que aparentemente se le ha pasado al entrevistador. No lo digo en tono sarcástico. Este señor es Alemán, donde se estima que el 10% de la población podría seguir dietas vegetarianas de diverso tipo, así que la probabilidad es relativamente alta. He buscado su perfil en ResearchGate para tener más información sobre él, pero su página estaba caída desde las 5:30 am que he empezado con esto.

En España, con una población de unos 47.5 millones de personas en 2012, los casos de cáncer de colon fueron 39.533, o sea un 0,08%, porcentualmente casi el doble que en Estados Unidos, y no hace falta que diga que el consumo de carne allí es muy superior al que tenemos aquí. Según el informe de la Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN), los casos de cáncer colorectal en España van en aumento mientras en EEUU van en descenso como hemos visto antes. ¿Qué veo yo aquí? Pues que no creo que el factor determinante para contraer cáncer colorectal sea el consumo de carne, si bien es posible que -una vez veamos el trabajo de la OMS publicado- pueda demostrarse que tenga cierta incidencia. En el propio informe de la REDECAN, dice textualmente «Como en la mayoría de cánceres, la edad es el principal factor de riesgo no modificable de cáncer de colon y recto. Más del 90% de casos son diagnosticados en personas mayores de 50 años», que es lo mismo que he venido a observar antes mirando las estadísticas del CDC.

Logo de la REDECANEn el estudio de la REDECAN (página 20), se menciona que «el consumo de carne roja y procesada, o de carne muy hecha o cocinada directamente con el fuego» es un factor de riesgo modificable para el cáncer de colon. Sin embargo, incide en que la hiperinsulinemia juega un papel importante y su presencia aumenta el riesgo de aparición de adenomas colorectales, al igual que el alcohol y el tabaco. Dejemos de lado a los sospechosos habituales. Sabemos que la hiperinsulinemia en personas sanas se debe principalmente al consumo de grandes cantidades de carbohidratos simples, así que ¿porqué no alerta la OMS o la REDECAN que el consumo masivo de harinas, pastas y azúcares, por ejemplo, es un factor de riesgo en el cáncer colorectal? Opino que probablemente porque vende mucho más el titular de la carne roja. Y ya sabes el dicho, no dejes que la verdad te arruine un buen titular.

Mi conclusión final: a la espera de leer los estudios cuando estén disponibles, y suponiendo que haya una causalidad real entre en consumo de carne y el cáncer colorectal -que es mucho suponer-, no considero que esta sea la causa más directa de dicho cáncer porque los números me indican otra cosa. Considero que la edad es el factor de riesgo más alto, porque está más que demostrado, y por tanto considero que la medida que debo tomar para prevenir problemas es realizarme pruebas diagnósticas de manera preventiva, especialmente a partir de los cincuenta años. Mientras tanto, mis hijos que son sin duda lo que más quiero en este mundo seguirán comiendo jamón, carne, lomo y todo tipo de carnes, pescados, lácteos, huevos y vegetales que considere apropiados tan a menudo como quieran porque lo único que podría prevenirles realmente de contraer la enfermedad sería no crecer ni envejecer, algo que ni puedo ni quiero evitar. Lo que si puedo hacer, y ya lo hago activamente evitando azúcar, carbohidratos refinados y simples en general, es evitar que su glucosa en sangre sea una montaña rusa y considero que no hay mayor prevención para la salud a largo plazo que esa.

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Azúcar, la dulce droga del Siglo XXI

Azúcar, dulce veneno

Azúcar, dulce veneno

No es la primera vez que el azúcar es considerada como una droga o sustancia que crea dependencia o –como decimos coloquialmente- adicción. Desde siempre hemos ingerido cantidades de azúcares incluidos en todo tipo de productos procesados que salen al mercado, pero fue a mediados del S.XX cuando la industria alimenticia se hizo con el negocio. Un negocio con el que se ahorraba una gran cantidad de dinero gracias al ‘boom’ de los productos bajos en grasa, que contienen niveles exagerados de azúcar –un producto barato y fácil de conseguir-. Nos hicieron creer que las grasas eran malas y dañinas para el corazón, advirtiéndonos sobre la hipercolesterolemia y otro tipo de enfermedades coronarias y neurológicas que supuestamente estaban causadas por el consumo de estas grasas. Nada más lejos de la realidad.

El principal responsable de las enfermedades cardíacas, la diabetes, el alzhéimer, la obesidad, las degeneraciones neurológicas… es nuestro dulce enemigo ‘el azúcar’. Nos contaron la mayor falacia de la historia, inculcándonos el equilibrio de una nutrición basada en alimentos ricos de esta sustancia, ahorrando millones y millones en producción a costa de nuestra salud. ¡Así son los negocios! En eso se basa la economía.

Son numerosos los estudios publicados que muestran los efectos negativos del azúcar aludiendo a tal como una droga cuyos efectos conductuales, neurológicos y fisiológicos son comparables a los producidos por el alcohol, el tabaco e incluso la heroína. Pero no corramos tanto; para ponernos en situación y llegar a comprender por qué se empieza a considerar –o por qué algunos consideramos- el azúcar como una droga, vamos a definir antes dicho término.

Entendemos como droga a aquella sustancia sintética o natural que modifica temporalmente el estado de conciencia. Es decir, cualquier sustancia que pueda producir cambios en la percepción, el estado de ánimo, la conciencia y/o el comportamiento. Quizás penséis que el azúcar no produce ninguno de estos efectos… ¡ERROR! ¿Qué es lo primero que nos enseñan las películas que cuentan infortunios amorosos? ¿Qué hacemos cuando nos dan malas noticias? Cuando estamos sin fuerzas, ¿a qué recurrimos? La respuesta a todas estas preguntas es: ¡El Azúcar! El típico helado de chocolate o los atracones de dulces en las malas noticias y desencuentros amorosos, refrescos y caramelos para subir el ánimo y la fuerza… en resumidas cuentas, recurrimos al azúcar para sentirnos bien, para ayudarnos a ver desde otro punto de vista las cosas negativas, para activarnos. ¿Sorprendido? Sigamos.

Una vez claro el concepto de droga, procedamos a diferenciar entre una adicción y una dependencia. Aunque comúnmente suelen sugerir lo mismo, en el ámbito médico hay una cosa que las diferencia, y es que en la adicción el elemento principal es el comportamiento y en la dependencia es la sustancia. Por lo tanto trataremos al azúcar como sustancia de dependencia. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR), podemos saber cuándo se es dependiente a una sustancia al evaluar que tres de los siguientes criterios se hayan dando en algún momento en un periodo de 12 meses:

  • Fuerte deseo de consumo.
  • Tolerancia a la sustancia, es decir, necesidad de consumir más cantidad.
  • Problemas de control de comportamiento en relación a la sustancia.
  • Síndrome de abstinencia.
  • Descuido de personas e intereses.
  • A pesar de ser consciente de que su consumo perjudica social, física y psíquicamente, no puede parar la adicción.
  • Rutina de consumo.

Si analizamos detenidamente todos estos criterios para confirmar una dependencia, podemos decir que al menos tres (e incluso más) son compartidos por los consumidores habituales de azúcar.

¿Nos saciamos por igual ante todo tipo de alimentos?

Cuando nos llevamos un dulce o una bebida azucarada a la boca, nuestra primera reacción no es la de dejar de tomarlo. Al contrario, el sabor es agradable y sentimos esa sensación de placer y bienestar que nos proporciona su ingesta, por lo que nos comeremos hasta el último bocado e incluso repetiremos si es posible. Entonces, cabe preguntarse, ¿por qué con productos como el azúcar nunca terminamos de saciarnos? De esta pregunta parten precisamente innumerables estudios sobre el azúcar y su posible acción de dependencia.

El azúcar altera el proceso neurológico que genera un estado de saciedad. Cuando comemos algo o realizamos un tipo de actividad o ejercicio que sea placentero, el cuerpo tiene un mecanismo innato que se encarga de informar al cerebro que al llegar a determinadas cantidades ha de detener la conducta. Por ejemplo, si nos comemos un filete de ternera, quizá podamos y queramos repetir, pero habrá un momento en el que nos quedaremos saciados y sin ganas de comer más de ese alimento. Supongamos ahora que comemos algo dulce. Comemos hasta quedarnos satisfechos, pero tras 15 o 20 minutos volvemos a tener ganas de algo dulce y volveríamos a comerlo – si es que no lo hemos hecho mientras lo pensábamos. Las drogas de abuso tienen el mismo mecanismo: alteran la función que hace que el cerebro active el estado de saciedad.

Hay dos centros cerebrales implicados en este proceso:

–          El Sistema Dopaminérgico (productor del neurotransmisor Dopamina), que es el centro encargado del placer y el mecanismo que activa los centros de recompensa del cerebro. A mayor satisfacción y placer generados por una sustancia, comportamiento, percepción o actividad, mayor será el número de respuestas dadas por este sistema.

–          El Sistema Colinérgico (Productor del neurotransmisor Acetilcolina), encargado de la saciedad y de frenar el comportamiento en sí.

La elevación de Dopamina se produce con toda conducta que provoque satisfacción y placer, por lo que con toda conducta natural que nos produzca estas sensaciones la elevación de este neurotransmisor será inminente. Funciona detectando algo novedoso, haciendo por tanto que la conducta apetecible vuelva a repetirse, generando Dopamina a niveles variables en función de circunstancias externas e internas. Sin embargo, con las drogas se liberan las mismas cantidades de Dopamina cada vez que se usan, haciendo de esta una sustancia novedosa para el cerebro en cada toma y no activando la sensación de saciedad.

¿Qué pasa cuando algo nos produce aversión o es desagradable a nuestro gusto?

En este caso, el centro de saciedad aumentará hasta el nivel en que la conducta calificada como desagradable no llegue a asociarse con el Sistema de Recompensa. Nuestro cerebro asociará inconscientemente esa sustancia, actividad o conducta como algo que hay que abandonar puesto que el pico de saciedad ha sido tan elevado que no nos quedarán ganas de seguir adelante. En el caso de la drogodependencia, durante el periodo de abstinencia la persona entra en un estado desagradable en el que se le hace difícil llevar la interrupción del consumo de una droga, con síntomas que producen efectos tanto fisiológicos como psicológicos. Aquí vuelve a entrar en juego nuestro dulce enemigo el azúcar. Para aliviar este estado de ansiedad y malestar la mayoría de drogodependientes recurren al azúcar como sustituto de la droga. Por ejemplo, un fumador que quiere dejar de fumar palia esta ansiedad al intentar dejar el tabaco atiborrándose de dulces, gominolas y, en general, todo tipo de productos que posean un alto índice glucémico. De esta forma el azúcar actuará como sustancia sustituta de la nicotina eliminando o haciendo llevadero el tan desagradable síntoma de abstinencia produciendo un alivio sintomático y placentero.

Existen rigurosos estudios científicos que han desarrollado sus investigaciones en torno a este mecanismo de saciedad desarrollado en distintas regiones cerebrales y estudios en los que se aprecia cómo ratones de laboratorio pasan por las mismas etapas de adicción a una droga al suministrarles una dosis diaria de azúcar.

A continuación podemos ver las imágenes de algunos de los estudios realizados en la UCLA (University of California, Los Angeles) en los que se compararon imágenes PET de cerebros de distintas personas.

Activación de áreas cerebrales producida por el azúcar y la cocaína

Activación de áreas cerebrales producida por el azúcar y la cocaína

Regiones cerebrales activadas en un cerebro sano, un cerebro adicto a la cocaína y un cerebro adicto al azúcar

Regiones cerebrales activadas en un cerebro sano, un cerebro adicto a la cocaína y un cerebro adicto al azúcar

IMÁGENES CEREBROS

En la imagen de la izquierda se hace una comparación del cerebro de una persona que consume habitualmente azúcar con otro cerebro de una persona que consume cocaína. Observamos como las regiones cerebrales activadas son las mismas en ambas sustancias, siendo mayor la activación en la persona consumidora de azúcar.

La imagen de la derecha se corresponde a la tomografía realizada con tres tipos de personas. De izquierda a derecha: la primera, de una persona sin ninguna adicción; la segunda, de una persona consumidora de cocaína y la tercera de una persona con obesidad, consumidora de alimentos ricos en carbohidratos y azúcares. Como vemos, la activación de la región cerebral de la persona normal mantiene áreas activas diferentes a las de las otras dos personas, siendo la región iluminada en rojo la correspondiente a las áreas de los sistemas de recompensa y saciedad.

Hasta aquí hemos hecho un breve recorrido sobre algunos de los estudios realizados que muestran la conexión del azúcar con las drogas de consumo. Podríamos seguir citando estudios y resumiendo resultados sobre la estrecha relación en sistemas cerebrales compartidos por el azúcar y las drogas, pero es preferible mostrar el poder que tiene en azúcar sobre otras áreas.

¿Hasta qué punto puede influir el azúcar en enfermedades ya desarrolladas?

Si hemos entendido lo que hasta aquí hemos expuesto, podremos inferir que el azúcar puede actuar como un excitante del Sistema Nervioso. Por tanto, puede producir una subida rápida de Adrenalina causando hiperactividad y dificultad para la concentración. En enfermedades como el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad) se desaconseja todo tipo de productos que puedan contener azúcar en su composición. Las dietas que se prescriben para una nutrición sana y favorable para este tipo de casos es una dieta rica en ácidos grasos Omega-3.

Además, el azúcar no actúa del mismo modo durante todo el desarrollo madurativo de una persona. Se ha demostrado que durante la infancia, el azúcar es responsable de la falta de motivación y el deterioro en el área de toma de decisiones. Además el incremento de la obesidad en niños está asociado al desarrollo posterior de la Diabetes Tipo II.

Otro descubrimiento importante relacionado con la ingesta de azúcar es su repercusión en el desarrollo del cáncer. El azúcar sirve de alimento a las células cancerígenas, estando relacionado con el cáncer de páncreas, recto y estómago entre otros. Asimismo, actúa inhibiendo el sistema inmunológico y debilitando las defensas contra las enfermedades infecciosas.

Pero esto no es todo: envejecimiento de la piel por el cambio que provoca en la estructura del colágeno, retención de fluidos en el cuerpo, alergias alimentarias, alteración de la capacidad de pensamiento, incremento de la posibilidad de padecer Alzheimer, desequilibrios hormonales como el síndrome premenstrual y la disminución de la Hormona del Crecimiento, y un largo etcétera que me llevaría a rellenar unas cuantas páginas más.

Estos efectos no se dan al instante de su consumo, pero si poco a poco vamos habituando a nuestro cuerpo a la ingesta de nuestra ‘dulce enemiga’ lo más factible es que vayamos notando su presencia. Lo que he escrito hasta ahora no es algo que me haya inventado o sacado de la manga. Algunas afirmaciones provienen de estudios científicos ya revisados y otras de revisiones que se están llevando a cabo. Pero como bien decimos popularmente “Cuando el río suena, agua lleva”. No esperemos hasta el último momento para cambiar nuestros hábitos de alimentación. Es fácil y cómodo seguir actuando del mismo modo en que lo hemos hecho desde la infancia, pero las cosas cambian, la sociedad evoluciona, los negocios crecen con las creencias de la sociedad y al final terminamos siendo animales dóciles creyendo que lo establecido es lo mejor para nosotros.

Referencias bibliográficas:

American Psychiatric Association (APA), (2000). DSM-IV-TR. Barcelona: Masson

Rada, P., Avena, N.M. y Hoebel, B.G. (2005). “Adicción” al azúcar: ¿Mito ó realidad? Revisión. Rev Venez Endocrinol Metab, 3(2),2-12.

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Bobes J., Casas M., Gutierrez M. (2010). Manual de trastornos adictivos. Enfoque Editorial, S.C.

Arcila Yanes, E.A., 11 de Junio de 2014. Azúcar ¿Qué pasa con nuestro cerebro cuando Ingerimos Azúcar? Recuperado el 6 de Julio de 2014, de http://natupana.blogspot.com.es/2014_06_01_archive.html